miércoles, 4 de mayo de 2011

Irene se escribe con "i".


Y será que es cierto que las 21 horas de canción y las 3 de sueño que tiene el día para ella al final se están poniendo de su lado. Cada vez más en el extremo de estar centrada en risas ajenas y susurros, y más en el centro de alejarse de malas lenguas y "tacones lejanos".

Y sus conversaciones se han vuelto como los besos con lengua, o como los chicles de antes: enormes, pegadizas, y aunque ella no quiera admitirlo, rosa chicle (valga la redundancia). Y en su boca ahora caben más de un millon de playas, de porros, de pensamientos y de otras muchas cosas que empiezan por "P". (lo siento por esta, amor)

"Yo, yo misma e Irene", y cosas como el sexo de Lucía son las que lleva en el bolso, además de su cabeza, que nunca se pondrá sobre los hombros y puede que tampoco sobre los hombres, y puede que tampoco sobre ella misma. Pero lo que si acabará poniendo serán los puntos sobre las íes. (las íes de Irene, ¿lo coges?)

Así que a tí sólo te felicito 21 veces, pero te felicito millones más por haberme dejado decirles sin vergüenza a tus ojos que tenías razón, follemos.